miércoles, 10 de junio de 2009
Jueves de metempsicosis (pero en vida...)
Les cuento que me será materialmente imposible asistir al encuentro del jueves en la biblioteca.
Mis limitaciones son de índole netamente laboral, pues trabajo todos los días en la franja vespertina que va de 18 a las 23.40hs. Les aseguro, de todos modos, que una parte de mi espíritu estará con uds, oirá atentamente sus escritos y se regocijará con las lecturas del taller de Mercedes a quien todavía no tengo el gusto de conocer.
Saludos totales y BON APPÉTIT.
martes, 9 de junio de 2009
Encuentro en la Biblioteca este jueves a las 18 hs.
viernes, 5 de junio de 2009
saludos...
¡Es hora que descubras quién sos! Alguien puede conocerte mejor que vos mismo.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Rpta.
Posible nombre: Los Talleristas del Fondo.
-- Manuel Eduardo Vega Coord. Capacitación Tel.: 5244008
miércoles, 13 de mayo de 2009
encuentro-nombre-blog (Javier Ávila)
martes, 12 de mayo de 2009
La Nación: Nota de Vicente Batista (Lalo Vega)
dioses (Javier Ávila)
Paradójicamente, su nuevo mundo no tenía nombre. Se extendía a lo largo de diez metros cuadrados que ardían ante el implacable furor de dos lunas en llamas. El norte, el sur, el este y el oeste se perdían en el infinito como insondables vacíos oscuros. Los viajeros eran cuatro hombres en edad madura. Cada uno permanecía tendido boca arriba en un vértice de aquel asteroide innombrado. Sus cuerpos, raquíticos, se consumían expuestos a la intemperie de ese astro celeste que los llevaba hacia el infinito. Hacía días que habían abandonado los planes de escape, suicido o eutanasia. Sin saberlo eran lo últimos reflejos vitales del planeta tierra.
Mientras el nuevo mundo empezaba el tránsito de su prehistoria, el asteroide agotaba su ciclo de vida y estallaba en mil fragmentos luminosos de colores. Los cuatro dioses morían y las nuevas criaturas construían sus propias vidas. Jamás sabrían de la existencia de sus creadores: no les construirían altares, no se someterían ni les suplicarían el perdón de sus pecados.
A los cuatro la muerte les llegó instantánea y serena. La vida los abandonó sonriente y habitó el universo por ellos creado. Ellos hicieron de su final un principio, un verbo encarnado.
La Puerta (Vanesa Funes)
La mirada fija en el marco de una puerta, recta la dirección del ojo hacia fuera y, de rebote, el sentido oblicuo de la mente penetrando desde el iris hacia adentro. La mirada firme que indaga; otra mirada esquiva que huye. Ambas se deslizan paralelas hacia arriba resbalando sus rutinas de madera, de pintura carcomida y desgastada. Hasta que al fin coinciden sobre el borde de una esquina y juntas se arrastran, serpentean, reptan y se evaden en el juego ocular de la vital pesquisa. Y así, a los pies del alba, durante la penumbra indecisa de un lecho, se descubren, se penetran cómplices y confundidas durante el corvo devenir de los minutos en fuga.
Una y otra vez las dos miradas que se buscan, se encuentran, se repelen y se pierden sobre el marco de la puerta cerrada; cerrada porque sí, porque no pueden, ni quieren abrirla, porque intuyen detrás de esa puerta la mancha blanca de la nada, el agujero negro del abismo donde el grito de lo humano se evapora, se esfuma, se pierde entre los goznes siderales del universo.
Esto es todo. La agonía sempiterna de los seres que fluyen, que avanzan, que siguen su curso; seres que viven para morir sus horas y seguirán viviendo o muriendo, muriendo y viviendo hasta que un día cualquiera, al desliz de sus miradas, en un vértice redondo y diminuto, los ataje la muerte con su cara de nada, con su brillo de espectro y se vayan del mundo sin saber para qué vinieron ni por qué vivieron.